A primera impresión

El posicionamiento de los chifas en el Perú es tal, que aún cuando no abran los domingos, que es el día con que se cuenta con más consumidores, el negocio continúa siendo beneficioso. Como es el caso del chifa el Dorado, uno de los más antiguos en Lima, con un negocio constante desde  por lo menos 35 años y con una clientela que se mantiene firme.
Ubicado en el último piso de un gran edificio por la avenida Arenales, no se manifiesta como chifa hasta que se ingresa, pues no lleva ningún signo característico común de las costumbres chinas; sin embargo, una vez dentro, se observa la ingeniosidad del ambiente.
La primera vez que intenté ingresar, fue un domingo por la tarde y estaba cerrado; el ascensor ni siquiera me permitió llegar al último piso, por lo que no tuve la oportunidad de apreciar nada. El guardián del edificio tuvo que explicarme la gran clientela con la que cuenta este característico lugar y que para los dueños y trabajadores del local, el domingo significaba “día de descanso”. A mi parecer en contra de toda expectativa, pues los domingos son los días que los negocios trabajan más duro para prosperar y aumentar sus ganancias.
Luego de varias entrevistas realizadas, nos dimos cuenta que solo un porcentaje reducido conoce la particularidad de la comida del chifa, si bien cuenta con productos procedentes de china y son elaborados por personas con esta ascendencia: el chifa es netamente peruano. Se tiene la falsa idea de que es chino por la misma razón de que en sus comienzos solo era realizado por estos, mas si uno se encontrara en ese país, se daría cuenta que nadie sabría a qué nos referiríamos si pidiéramos un chifa () aún cuando ha sido traducido.
El problema radica en la idea errada de que por que son elaborados por chinos, no es peruano; sin embargo, es incuestionable la mezcla entre ambas culturas, la sazón, los ingredientes, los acompañantes y demás son productos peruanos que se han adherido a esta comida desde hace ya muchos años.
Si se viera desde el aspecto intercultural, los chinos son personas introvertidas que prefieren eludir la compañía, pues es sabido cuán retraídas y cerradas son: nunca dando a conocer sus recetas, tratando con la gente lo mínimo factible, intentando pasar lo más desapercibido posible y evitando a cuantas personas pudieran para no entablar una conversación.
«Los sorprendentes avances chinos no se dan solo en la ciencia espacial sino en todas las ramas de la actividad humana, desde la biogenética hasta la medicina electrónica, desde la telemática y la optoelectrónica hasta las artes y la filosofía.»
Antonio Fernández Arce
Como ya se ha demostrado alrededor del mundo, la cultura china no solo cuenta con una dinastía de miles de años, sino que se las ha arreglado para sobresalir  y demostrar que no solo cuenta con un gran número de habitantes y una religión fascinante, su inteligencia deslumbró al mundo entero. El mismo hecho de mantener su cultura y permanecer con sus costumbres, muestran su marcada forma de pensar y mentalidad.
Cuando se establecieron en nuestra capital, el contraste entre ambas culturas resaltó y la interacción entre la una y la otra fue inevitable, inmediatamente se formó un concepto, una reconstrucción de la observación y experiencia interactiva entre las dos; sin embargo, a diferencia de otras civilizaciones aún a través de los años, mantienen muy arraigadas sus costumbres y no las dejan perecer.
chifa_lima_50s_arkivperu1.jpgComo mencioné anteriormente, se distingue a las personas chinas, además de por sus rasgos distintivos en cuanto a ascendencia oriental, por su forma de actuar y comportarse, su postura y expresiones, por su conducta en contraste de la nuestra. Como una simple observación, a diferencia de los peruanos, prefieren tener un espacio vital mayor, contacto entre personas es mínimo y sumamente respetuoso.
Una barrera en cuando a comunicación entre ambas culturas se basa no solo por sus diferentes lenguajes, pues una persona está en la posibilidad de aprender la lengua. Sino que la conducta de los chinos puede ser malentendida y sobre todo generalizada por sus expresiones, mirada o porque no sonrían mucho. Pueda, tal vez, que la mayoría quepa dentro de estos parámetros de “chinos huraños”, más no todos van a encajar, este concepto se basa en el desconocimiento total de esta cultura.
En el caso del chifa El dorado, cuando recién había abierto y era un negocio con grandes expectativas, siendo manejado, por supuesto por chinos: no atendían peruanos. La sabrosa comida, de buena calidad y buen precio hizo popular el establecimiento, poco a poco, la cantidad de personas obligó a los dueño a contratar a más empleados, pues no se daban abasto. A partir de este momento, contrataron a meseros peruanos para atender a las mesas.
Cosa que es muy común, contratar a los mismos peruanos para atender a los clientes, pero no para cocinar. Esto te lleva a pensar dos cosas: 1) Que contratan no solo a los peruanos porque necesitan meseros, sino para que interactúen con los consumidores, que se sentirán más a gusto entre peruanos que con los chinos 2) Que por más empleados que se necesiten, lo más común es que opten por ponerlos como mozos o anfitriones y no dentro de las cocinas junto con los cocineros chinos.
Es muy común el hecho de estereotipar a cualquier cultura excedente a la propia, por lo general porque no se tiene gran conocimiento de ésta, los prejuicios nos acompañan y creemos que es como nos lo imaginamos. La probabilidad de estar errados es mayor a la que se estima, pero aún nos mantenemos con la misma teoría.
A partir de este trabajo he observado de cerca el comportamiento de estas personas, creo que se aferran a su propia cultura en un afán de defensa personal, son minoría y prefieren prevalecer dentro de nuestra cultura por lo que son o por lo que sus padres fueron: personas con ascendencias china. Deberíamos todos hacer un esfuerzo y dejar de pluralizar, pues cada persona es única.

Bibliografía:
Fernández Arce, Antonio. China el asombro: crónicas y reportajes. Ediciones Cope. 2008
Flora Davis. Comunicación no verbal. Madrid: Alianza Editorial, 1976. 
Por: Cristina Vargas